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domingo, 30 de septiembre de 2012

Descrucificado


Sin mis espinas,
de rodillas pero entero,
desclavado de la cruz de una tortura ajena,
hambriento de pan
y sobrio como nunca
Busco mis uñas entre las piedras,
entre mis restos desgarrados
por una lanzada cizallante,
pero sólo palpo piedras,
piedras y polvo
que se precipitan
entre mis estilizados dedos sin uñas,
con una piel curtida y reseca
Cuando,
oigo pasos tras de mí,
pasos lentos de suelas duras
que hacen crujir las piedras que compactan,
y pienso en mis uñas,
las que se me han perdido,
y pienso que las puede pisar alguien,
y que pueden perderse para siempre,
porque son mías,
mis uñas

Ahora,
se oye un chasquido
No veo
No comprendo
Se oye un clic
y el último percutor
que derrota mis desmayos,
precipitando mi inexistencia
sobre un jardín de uñitas pintadas,
con deditos juguetones
que no me paran de hacer cosquillas,
aunque ya no me puedo reír,
sólo puedo sentir
la calidez pulsátil que sucumbe a mis jaquecas,
y un par de uñas sin dueño
que se me incrustan entre las cejas



lunes, 17 de septiembre de 2012

Por fin sonrío


Por fin sonrío,
sonrío
sin la vergüenza de ver incrustada la tetraciclina entre mis dientes,
sin los silbidos que se escapaban por el quicio de mis muelas,
por los suspiros de unas piezas dentales suicidadas
por salvar un cuerpo moribundo del desahucio,
por salvar me
a mí

Arropado
entre las carantoñas reventadas,
y el amor incondicional de unos padres ritualizados,

mientras me acunaban con ropitas radioactivas,
de patrones a la moda y de marca,
homologadas y publicitadas,
autorizadas
por un monopolizado ministerio de insanidad,
en la dictadura de una vida cualquiera,
en un tiempo cualquiera,
y en un rincón cualquiera
del respirar,
del sollozar,
del reír
sin pensar
Cuándo afloró la esencia de la atonía en mi madeja
Dónde quedó el cabo suelto que trenzaba el tapiz de mi existencia,
de mis atropelladas palpitaciones a destiempo
y de aquellas canciones que coreaban mis esperas

Sonrío
con el pútrido hálito por mis comidas a destiempo
y por una quimioterapia que ya no me puedo costear
en el singular desamparo de la incapacidad,
entre el estigma rebautizado de la enfermedad,
desde la miseria abandonada,
por la inmisericorde hipocresía cultivada
en este fascismo enmascarado y rescatado,
mientras se pierde el futuro de los lastrados,
de los embaucados
y de los doblegados
por el yugo de un europeismo bicéfalo
con ojos de hidra y pico de arpía,
hambriento de nuestros huesos,
de nuestro hígado
y de nuestros hijos

Sonrío
por la cadena perpetua de nuestras vergüenzas
en esta peste negra de finales inmorales y principios de siglo,
de convergencias catastrales arrancadas
por el almidonado sastre de los comprados,
de los votados
a golpe de lobotomización
Embaucados
por los vendidos por un traje hecho a medida
o por una jubilación blindada
que tiene gusto a madera de ataúd,
al ataúd de nuestros abuelos
y de nuestras abuelas,
suicidados en los parques,
en los cementerios,
y en sus casas

Sonrío
por no trabajar explícitamente
en este mundo comparado,
comprado y clausurado,
consternado entre las cruces ardientes
del calvario de nuestros olvidos,
entre la virtuosa religión de la sodomía imberbe y del engaño,
entre las costras resecas del desmán por los escaños,
y por nuestras protuberantes partituras,
con una orquesta sin violines
y sin los donativos saltarines
que acabaron colgando
del árbol de los sobornos

Sonrío
por el tráfico de influencias
que acompaña la surtida caja de galletas,
los bombones rellenos de político sinvergüenza,
y los montaditos intervenidos por cucarachas con corbata

Sonrío
con el aleatorio pendular
por mi punzante hepatopatía abandonada,
moldeada
por una pancreatitis mal llevada,
entre mis titubeantes autorreproches
por un sometimiento asimilado,
por mis tres micro trabajos ilegales,
según la caduca legalidad vigente,
ingente e instaurada,
colonizada por los de siempre,
por el quinto jinete de nuestro Apocalipsis,
por el dueño de nuestras opacidades con bandera,
de nuestras voluntades contagiadas,
y de nuestros sueños incrustados
en la morralla de nuestras meninges

Sonrío
por mis añejas pretensiones de diario
entre las glamurosas adulaciones del panal de mis jaleas,
entre mis patrones construidos a destiempo
en este demacrado paisaje acartonado
con irrefutabilidades de cartón piedra,
con ese Dios que lo sabe todo,
y con el Pinocho que nos gobierna

Sonrío
con un aleatorio pendular
por las explotaciones de mis huesos,
por mi carne con gusanos,
helmintos hambrientos e inquietos
y por los rastrojos quemados que contengo,
que contiene mi carcasa
ahora escasa

Sonrío
en un tiempo vendido al mejor impostor,
al que apaga nuestros vicios y nuestras virtudes,
y al que nos sumerge en la monotonía taciturna
del estar por estar,
del comer para trabajar,
del amar para olvidar,
o del angustiarse para sentirse
vivo
viva

Sonrío
mientras fumo la hierba de mis difuntos,
de mis recuerdos y de mis sueños,
intentando arrancarme estos espolones de dependencia Tayloriana
que no me dejan vivir en paz

Sonrío
porque me queda poco por perder,
desde que perdí una de mis manos
en las fauces de los mastines
de una prensa descontrolada,
mal revisada,
hambrienta
por una instaurada reducción de costes,
por el insolente aumento de beneficios,
por ayudar al patrocinador del gobierno en curso,
por ser sólo un trozo de carne globalizada,
europeizada,
germanizada
y afrancesada

Sonrío
por mis heridas mal curadas,
por mis pocas horas de sueño,
y por mi apegado nivel de colesterol sin medicalizar,
sin seguro medico por no haber cotizado
por el destiempo de mi hambre,
por el somier de mis lumbagos
con el café de mis desmayos
cada mañana
a las cinco
y media

Sonrío
por la insalubridad y la inseguridad de nuestrastras calles,
que no son las de los barrios ricos,
que no son las de los nobles corruptos,
que son las humildes calles
de las prostitutas perseguidas
por ganarse el jornal
para sus angelitos
sin escolarizar

Sonrío
por haber vivido el desquicio del despido libre
sin indemnizaciones ni entelequias,
con estas nuevas leyes instauradas,
no nombradas en los programas electorales,
porque así son las dictaduras modernas,
porque somos sólo votantes a peso,
en una de estas democracias absolutas,
porque ellos construyeron las leyes
que sentenciaron a nuestros hijos,
que excarcelaron a sus mentores

Sonrío
por no tener regularizados mis papeles,
porque si no cotizas no tienes sanidad,
porque te quitan a tus hijos,
sin caridad ni ostias,
porque así reza el libro de nuestros verdugos,
el mismo día que nuestros viejecitos luchan en el supermercado
antes de una nueva subida de impuestos,
por un tubo de pegamento para sus dentaduras postizas,
o por una lata de sardinas caducada
junto a un contenedor de basura
con el candado reventado a golpe de bastón

Sonrío
con esa risa tonta que se escapa
por el desquicio del paredón de mis pestañas,
por enmendar las angustias constreñidas por mi dignidad,
por no querer doblegar mis estornudos,
por no querer tragarme la apatía de los reproches
por el hambre de mis largas noches
en este elegante experimento de exterminio,
sin ácido prúsico ni crematorios apilados,
en lo que pretende ser 
la descapitalización moral de nuestras sinfonías