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domingo, 25 de noviembre de 2012

Necrocostumbres

Mugidos desconsolados,
empitonados y apuntalados pezones abovinados,
mordisqueados y sangrantes,
tumefactos por la frenética succión de hatos de bovinos famélicos
buscando el calostro de sus verbenas,
y aquellas sus piñatas halagüeñas
rotas por la grotesca clausura de la fiesta de sus adolescencias

Retales de bisturí e hilo de tripa de gato,
púlpitos dérmicos en labradas lápidas sin epitafio,
detríticamente yacientes,
entre putrefactos fluidos corporales
y huesos repelados de desahuciados preanimales,
huérfanos de su carne
y de su tuétano

Desmembrados y quebrados tras su abandono prematuro
Procesados para el goce de unos sexos penetrados,
palpitantes y cianóticos,
cangrenados por preconstricciones orgasmales
lubricadas con ungüentos y feromonas animales,
propulsando esperma y dopamina por doquier
Esperma y dopamina con sabor a sildenafilo y cocaína,
y un regusto salado que se engancha al paladar,
que recuerda el sabor de feto ahumado,
desecado y triturado,
con unos innombrables tropezones
vacíos de humanidad

Angelitos empalados en pinchitos macerados
en el desdentado empacho por nuestras impotencias,
con el antropófago escarnio por la obsolescencia,
desvirgando tegumentos desgarrados,
devorando desafectos procesados

Comulgando de nuestras necrocostumbres,
con unos esquirlados platos de diseño
que acogen el hormonado menú de nuestras placentas

Adictos a los estrógenos,
adictos a la progesterona,
adictos al procesar amansado
que decanta cada día
hacia el colédoco de nuestras luces,
mientras devoramos carne humana desahuciada,
carne de feto triturada,
inocencias límbicas con excipientes no alergenos,
encapsuladas en gelatina de colores
desde el Alzheimer de nuestras albas,
desde un postmodernismo atolondrado
que dice poco de nuestros siniestros,
de esas inexistencias apagadas
que nunca lucieron etiqueta,
de esas cosas que suceden cada día 
en el submundo de nuestros progresos,
en nuestras calles,
en nuestras casas,
apáticos de tanto desear
los mediatizados símbolos
de nuestras lápidas






sábado, 17 de noviembre de 2012

Momias de papel

Adormecidas momias emparedadas
en el destiempo de ser conscientes de su decadencia,
devorando necrocostumbres enquistadas
y consolidadas atribuciones deseadas
cinceladas con atisbos de seducción,
arropadas entre jirones y desgarros de cuero viejo,
repujado y recosido


Presentadas entre un henchido empacho de virtudes mustias
que cuelgan desde la nostalgia del recuerdo,
que se despiden desde la calma del olvido,
abandonando su cordura imaginada,
la misma que las mantuvo abandonadas
en un estado de parálisis permanente

que anquilosó sus sueños,
precipitándolas con una antigravedad condescendiente
con el intoxicado desear una muda de epidermis


Desnudas
frente al espejismo de las atemporalidades,
se transmutan con orgasmos de narcisismo apresurado

y una miopía propioceptiva que acostumbra a terminar en llanto,
mientras se encajan acompasadamente

en la intimidad de un sarcófago encalado
con añejos ramos de flores azules de plástico
regados con los suspiros plañideros de los  esqueletos serviles

que siempre esperaron el postre de sus ausencias