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domingo, 27 de mayo de 2012

Esperanzas silvestres

Sincronía de tiempos oscuros,
de raíces podridas que nos dan frutos letales
en el invernadero de nuestros padres,
y de estornudos radiactivos que vomitan suicidios humildes

Aunque siempre conviene recordar
que se puede talar lo que se ha plantado boca abajo,
y que tras el barbecho de nuestras contemplaciones,
late el germen de un nuevo paradigma
que algunos llaman revolución cultural

Nuevos brotes,
que no saben de neoliberalismos parasitarios,
ni de los fermentos de los estigmas capitalizados,
ni de ingenierías impersonales del sometimiento humano
que se obcecan en tratar al hombre como mercancía,
como carne de cañón colectivizada,
impersonal y prescindible,
en el individualismo
que nos desampara

Nuevas esperanzas
de dejar atrás a esta plaga de langostas lobotomizadas
que nos des-alimentan,
a nosotros y a nuestros hijos,
y que seguirán des-alimentando
a los hijos de nuestros hijos,
hasta la llegada  de una nueva crisis sistémica
en el cáncer de nuestros constructos deformados,
amalgamados,
fraguados
e inventados,
a imagen y semejanza del poder

Potencialidades
de un nuevo andamiaje de ilusiones compartidas,
de sinergias humanizadas y humanizantes,
en un nuevo jardín de herencias que valga la pena heredar,
sin corrupciones tumorales
adornadas de ideales
de egoísmos catedrales

Pongamos que hablo
de un bosque de Sarcos silvestres



(Comentario modificado en respuesta a: "La lluvia demente" en Sarco Lange)


viernes, 25 de mayo de 2012

Ultraviolados

En la falla quebrada
entre el odiarnos y el odiar
lidian huestes de helmintos sin dientes
hambrientos de corazones rotos

Somos y sufrimos
mientras nos esforzamos en no ser
transfiriendo los sentimientos propios del querer
a un polimorfo cupido,
sin ojos ni dientes,
sordo a las notas de las arpas angelicales
de nuestras ilusiones

Sufrimos nos
Nos sufrimos

Odiamos los
Nos morimos

Transitando en el descender
de las negaciones biliosas que nos desamparan
bajo unas farolas de luz ultravioleta,
ultravioladas por enjambres de polillas
adictas a los fotones transgénicos de nuestros ocasos

Hipnotizados,
descontamos pétalos de margaritas secas
por el desconsuelo del negar
lo que hemos sido
y lo que seguimos siendo,
hasta desenamorarnos
de nosotros mismos


(Comentario modificado en respuesta a: "Te idealicé" en Los reversos)



jueves, 24 de mayo de 2012

Catatonía angular


Despertar
pisando los charcos del pasado,
tropezando con el sátiro que se ríe de mis entradas,
que se burla de mis peludas tetas
y que termina por socavar
una fluctuante voluntad por escribir poemas,
y toda la obstinación por recordar
aquellas mis condenas,
encerradas en esa caja de Pandora
que cada uno guarda con recelo,
en el fondo del cajón atrancado
que nos carcome el sosiego del olvido,
llevándonos a un estado de catatonía angular
que paraliza la imprecisión de nuestros miedos
y que nos hace perecer en un letargo inducido,
con una falsa sensación de bienestar prionizado,
aletargado,
oxidado,
que cristaliza

en la paragénesis temporal de un circo sincrético


Transformados
en roca metamórfica cizallada
por las disonancias enquistadas
entre la realidad y las esquirlas de nuestros sueños,
rotamos las simetrías de nuestras angustias
cementadas por unos invernales puntos y aparte,
mientras somos letalmente desintegrados
por los dientes mellados de miles de cíclopes ciegos

Degradados
hasta convertirnos en un puñado de guirnaldas y lamentos,
nos decantamos en un presente

que se nos antoja ajeno,
en un nuevo renacer de tonos ocres
y cálidas iridiscencias de pulidos ópalos de fuego,
reminiscencias de una conciencia aletargada
de ser diamantes y herrumbre en el tiempo,
de ser tierra de paso,
de haber sido tan sólo
un hiato a destiempo







jueves, 17 de mayo de 2012

Desarmado frente al espejo


Cansado
de no avanzar por el cenagal de los embargos,
con la tristeza de haber perdido todos mis estornudos
mientras buscaba nuestros nombres
en las eternas esperas de la cola del paro,
mientras pensaba que los espejismos de nuestros sueños
eran nenúfares ahogados en un tiempo de silencios,
me desarmé,
me perdí entre los gritos sordos de un valle de flores mutantes
que se agolpaban en nuestras calles y plazas,
que proferían exabruptos ultrasónicos
y gritaban nuestros nombres al revés,
contra una cortina de antimateria fría y uniformada
que nunca creyó en nuestras voluntades,
que sólo anhelaba nuestros votos
y nuestra sangre fresca,
desde el absolutismo democrático
que nos deslumbró con sus ensoñaciones libertarias,
mientras ahora,
agolpados en el pasillo de los desahuciados del tiempo,
de los proscritos por unas miradas implícitas tecnocráticas,
desconocedoras de nuestro intento ahogado por perdernos
en el cenagal de los imposibles,
en el devenir de nuestros monólogos estériles contra el espejo,
hablando de revoluciones con nuestros inversos,
nos morimos deshidratados
por no beber más versos de conciencia,
asfixiados,
por no ejercer nuestra libertad de ser libres,
por decreto ley


Huérfano de amor


Caminando
por el pantano de mi pasado,
entre las brumas que atormentan mis aspavientos,
ávidas por arrancarme el alma,
recuerdo el brillo de tus esquivos ojos,
perlas negras de densidad fluida,
luceros de antigravedad existencial que desampara bosques,
que discurre frágil para un sin nombre cualquiera,
en su empecinamiento por ser larva pelágica
nadando por los aledaños de sus párpados,
en ese mar primigenio de instintos básicos
y deseos decapitados,
que desahucian
a un huérfano
de amor

viernes, 11 de mayo de 2012

Discursos trompeteros


Conseguidos
discursillos trompeteros
resuenan sobre las arenas recalificadas
de nuestras burbujeantes y dulcificadas quimeras,
desde un pasado aparejado,
anegado por un desalentador batir de olas negras,
por un pasarse la patata caliente,
o por el tipificado rebuscar
entre los que resultan prescindibles,
entre los calificados como sospechosos,
o entre los presuntos implicados
y otras cabezas de turco,
a través de un terrorismo informativo edulcorado,
empaquetado y con lacito,
y por unas inmobiliarias lapidaciones a lo vida de Bryan
que terminaron ejecutando a viejos pasteleros,
y a humildes inmigrantes señalados con el dedo,
mientras se toleraban las torturas
y las vejaciones bucaneras
ejercidas por las fuerzas coercitivas de nuestras libertades,
por la incultura de la generalización de tópicos
porque,
salvo que se haya nacido noble,
uno siempre sigue siendo culpable
si no se demuestra lo contrario,
porque el rezar a un dios pagano
sigue sonando a pura herejía
en esta cruzada inquisidora,
de exhortación panegírica,
por el caciquismo telemierda
universalizado y comulgado,
desde un vórtice atemporal
desde el charco de nuestras miserias,
manipulando nacionalismos y banderas
por todo eso que nos hace pensar
en el porque volvemos a las mismas esperas
del no llegar a coger el tren,
del no llegar a fin de mes con un sueldo de mierda,
del volver a esperar otros cuatro años
a los mismos vividores que se turnan los escaños,
esperando unos agonizantes vientos del cambio
que zarandean nuestros barcos
hasta la zozobra
de nuestros imaginarios construidos
apuntalados con la apatía
de nuestras construcciones sociales
de nuestros "todo el mundo lo hace"
del mirar para otro lado
mientras se cercenan nuestra libertades,
mientras se truncan nuestras voluntades
hasta morir cercenados
por esperar
 




 

 

sábado, 5 de mayo de 2012

El libro defenestrado


El cuarteado libro, deslomado por los avatares del mal vivir, con sus tapas descoloridas por unos inviernos fríos sin radiadores ni hálitos de sorpresa sobre sus hojas, tenía las esquinas peladas hasta llegar a la aspereza de sus vísceras descosidas. 

Sus entrañas hablaban de un pasado artesanal, de un cuerpo recio que ahora apenas lucía unos escasos dos centímetros de espesor, por el abandono de sus amarillentas páginas, por la inanición de unas letras desvanecidas que ya no leía nadie.

El libro se precipitó desde la ventana de los cristales rotos, aquella del marco blanco y descuadrado, carcomido por los rayos del Sol y los envites del tiempo. Defenestrado desde el quinto piso de aquel bloque gris que amenazaba ruina, abandonado por un grupo de especuladores traficantes de destinos humildes, consentidos y pertrechados por unas leyes hechas a medida, promulgadas en plena crisis mundial años antes de la llegada del gran líder.

Pese a todo, en su portada todavía se conservaba el calor remanente de las últimas manos que lo abrazaron, las temblorosas manos de un suicida alcoholizado, un poeta en un país de necios desquiciados por un sistema educativo elitista, hilvanado en el proyecto Neo-Bolonia y financiado por el Fondo Monetario Internacional. El proyecto socioeducativo separaba a los individuos desde su nacimiento, manipulándolos en tubos de ensayo y haciendo de ellos unos seres productivamente eficientes hasta la llegada de su decadencia, momento en el que eran reciclados por el bien de la sociedad.

El demacrado libro pasó sus páginas ese día por última vez, colapsando una tras otra sobre sus descoloridas tapas, con una aceleración constante de 9,8 metros por segundo al cuadrado. Siguió cayendo hasta colisionar súbitamente contra el suelo. Apenas quedaron intactas unas pocas hojas enganchadas a sus tapas por unos deshilachados racimos de hilos. Las hojas más deterioradas que se habían ido desgarrando lastimosamente durante la caída libre, fueron decantando su liviano cuerpo con un rítmico ir y venir que parecía llorar, hasta posarse finalmente sobre un pavimento delicadamente esmerilado.

En ese presente ahistórico, yacían ahora los restos suicidados de un destino escrito, a los que se acercaron unos jóvenes Alfa, intrigados por aquel objeto extraño en un mundo calculado, estandarizado y esmerilado. Les atrajo el ondulante palpitar de sus hojas al compás de una suave brisa de verano. Se les antojaba algo que parecía vivo. El más temeroso de ellos, un joven Alfa moreno de metro ochenta, llego a tener un principio de ataque de ansiedad, rezagándose del grupo mientras se metía la mano derecha en el bolsillo de su chaqueta gris homologada, y extraía un último pedazo de soma.

Un esbelto Alfa plus que parecía ser el dominante del grupo, hijo de una de las familias más adineradas de ese ahora Estado Mundo, se adelantó al grupo y agachándose lentamente observó los despojos de aquel ser que yacía agonizante en el suelo, y con una voz alta y clara de barítono afinado leyó el título de su portada: “Un mundo feliz”.

El joven Alfa plus se levantó, se giró hacia sus compañeros, y mirándoles con cara de asombro se encogió de hombros con una mueca de incomprensión infinita.


Dedicado a Aldous Huxley