Asaeteado
por punzantes falanges de reproches,
quedo perplejo
a los pies del monolito a tu tormento,
esperando un simple gesto,
un lamento que me diga que estás vivo,
vivo y coleando,
cual lobezno preparado,
reculando
por punzantes falanges de reproches,
quedo perplejo
a los pies del monolito a tu tormento,
esperando un simple gesto,
un lamento que me diga que estás vivo,
vivo y coleando,
cual lobezno preparado,
reculando
para emprender una última acometida,
arropado
arropado
al abrigo de la cálida manada,
con un último aliento de gloria,
entre la jauría de los lobos conversos
dispuestos a todo por un hermano,
antes de verle partir
hacia el merecido descanso
de los cánidos salvajes,
con un último aliento de gloria,
entre la jauría de los lobos conversos
dispuestos a todo por un hermano,
antes de verle partir
hacia el merecido descanso
de los cánidos salvajes,
entre regueros de sangre
versos
y espuma,
desde el quicio de los imposibles,
sin lamentos,
sin reproches,
siempre libres
(Dedicado al guardián de las historias, lobo herido y poeta)