Se extrañan
los tañidos del descubrimiento,
esos que desvestían las salvas
de la sombra de los eruditos
de la sombra de los eruditos
Liberando
eructos por escape,
de fluir áspero y desmembrado,
como el mear aglomerado
que salpica el colesterol
del desengaño
del desengaño
Descubierto,
de repente,
por la lengua mojada de la duda,
que rezuma y traga,
golosamente,
la lluvia dorada de los benditos
golosamente,
la lluvia dorada de los benditos
Engullendo
con empacho y atropello,
los revueltos
de ese maldito mequetrefe
que ata mal el cordón de los zapatos
del verdugo de su padre,
por un mendrugo de pan,
sal aparte
Dudas atávicas
que no le hacen feos
a la última gota del quebranto,
en esa última mañana
de presuntuosa locura
y café amargo
¡Saben a migas de alcanfor!
Responde la muy zorra,
relamiéndose los cantaros
y la comisura de sus siegas,
con su mirada estrábica
y una mueca de empalago
Atento,
con la perseverancia de un cangrenador desmotivado
el río de sus sismos,
el río de sus sismos,
siempre
luciendo el luto
luciendo el luto
por las astucias y del desconsuelo de los salmos
¡Válgame dios!
¡Válgame dios!
¡Pues si!
¡Válganos a todos y a todas!
Asomados
al precipicio
del auspicio de nuestras amapolas
Ahíto vago,
¡Válganos a todos y a todas!
Asomados
al precipicio
del auspicio de nuestras amapolas
Ahíto vago,
pues me comí la pájara de tus persianas,
y los mil rulos de tus rizos,
y de tus rizomas
...y total...
y de tus rizomas
¿Para qué?
Para acabar sorbiendo
sucias pajas sementales
sucias pajas sementales
de siegas doctrinales
Para acabar ventando los aullidos del escaramujo
sobre el charco de los mudos
Para acabar siendo perseguido
por complots pluriverbales
y adulterados tropezones de comienzos,
que huelen a urea y alcanfor