Subyugados,
bajo los ojos de una neoinquisición,
que persigue educar las miradas de soslayo,
las de los días toscos del te sigo,
aunque no consigo ser feliz
Sedientos,
a las orillas de la laguna seca del sentirnos solos,
azotados por una brisa de aire seco
y la reverberación de lo imposible
Acompasados,
por las notas de un silbido atropellado
que nutre con disimulo,
por destemplado,
todas aquellas censuras del ¿Qué miras?y del ¿Qué no miras?
Uniformados,
bajo un crepitar de relativismo de hoguera,
se erige una neocosmovisión
con su nueva moraleja,
entre el dictado del qué somos
y del qué no somos,
hasta la conquista
de su última adscripción
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