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domingo, 10 de marzo de 2013

Con un clic, con un clac


Me resisto
a pasar página,

con la nostalgia de unos incunables escuetos,
caprichosos abrigos de polvo

y recuerdos evocados

Paginadas ilusiones de acetato sublimado
expuesto en el pausado tiento
que iluminó la tez de nuestros rostros

Argéntica química anudada
que acostumbró a vestir de seda la dopamina de nuestras sorpresas
porque,
cada fotograma impresionado,
cada segundo diafragmado,
anudó enjambres de fotones extraviados
en rosetones de espectros lumínicos alados
que esculpieron la belleza de nuestras sinergias,
que dibujaron el alba de nuestras argamasas
infundiendo la emoción latente de la espera,
el hiato sostenido
finalmente revelado
entre los 24 x 36 milímetros que lucieron nuestros marcos,
aguantando la respiración,
a la velocidad de la luz,
con un clic,
con un clac

Impresiona
descubrir su fijación en las retinas,
en nuestras midriáticas esferas desveladas
con fotones inyectados en sangre,
con algoritmos taciturnos de licántropos artistas,
de vampiros violinistas 
deslumbrados por un flash,
con un clic,
con un clac

Milésimas de segundo
fijando el anhelo de nuestros corazones candentes,
desnudando el deseo de nuestros suspiros latentes,
en aquellos caminos convergentes
que a veces,
derivaron en finales truncados,
que nos mostraron la gravedad de nuestros sueños, 
y el crepitar por aquellos otros senderos olvidados 
que nos salvaron,
que crearon las tangenciales trayectorias
que parieron las áreas de nuestras funciones,
y en definitiva,
que dejaron constancia de lo que fuimos,
de lo que dejamos de ser,
y de que estuvimos allí,
compartiendo,
con un clic,
con un clac

Rememorando el calibrar titubeado
del caminar acompasado
que moduló morfemas con nuestros fonemas,
que dio significado a nuestros insignificantes
y a nuestros significantes deglutidos
una y mil veces en clase,
cada día de nuestras calles,
con cada sorbernos los mocos
entre las arenas de nuestras colmenas,
entre las espinas del petirrojo curioso
que dando saltitos mueve sus alas
antes de devorar su gusano,
con un clic,
con un clac

Pulsaciones de luz
que acariciaron el pestañear de nuestros imprevistos,
acompasando el castañeteo mecanizado
de las cortinillas imbricadas entre nuestras puestas de largo,
entre nuestras sonrisas forzadas,
aun siendo felices,

frente a un objetivo de cristales de Torio montado en una vetusta Nikon F,
salvada de la umbría del fondo de un armario
de ser enterrada para siempre,
junto al pulsátil tiento que alimento sus estelas,
que hizo rodar sus engranajes trabados,
rebobinando ilusiones
con cada carrete,
con cada clic,
con cada clac