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jueves, 21 de marzo de 2013

La cueva de mis sombras


Geométricas gemas decoran la cueva de mis sombras,
con los biselados hexágonos de cristalización paciente
que aplacaron las sensibilidades sesgadas que azuzaron mis complejos,
o lo que quedó de ellos
tras los viajes estáticos del recapitular,
del caminar por los senderos farragosos
del mal aprendido rumbo
que guio los pasos del hacer,
del hacer bien o mal  las cosas,
pero siempre como parecía que tocaba,
como toca en cada tiempo,
como toca en cada espacio,
durante el apaciguado germinar del metamorfismo de contacto
que trenzó el azar de mis tropiezos,
de mis ardiles asociales,
y de los sipiajos malabaristas
que dibujaban tirabuzones
entre las ramitas de los setos

Progresiones geométricas de moco filoso
con tensión superficial equilibrada,
que mantuvieron su forma,
que sostuvieron su masa,
frente a la gravedad del mundo,
frente a la fuerza centrípeta que quebraba sus vectores,
que los forzaba a babear su saliva abigarrada
desde el coseno de sus ángulos

Mucosa maltrecha de textura almidonada,
sin poder evitar caer al suelo,
una y otra vez,
con cada giro,
con cada intento sistémico por aferrarse a su rama,
con el riesgo de quebrar la certeza de su trama,
la que dio sentido al giro,
circundándose,
con una aceleración proporcional a esas normas comulgadas
que nunca fueron del todo asimiladas
por las sorpresas del descubrir