A veces,
la consecución de nuestras metas
estila sombras alargadas
y se antoja etérea
Pretendemos
mientras mantenemos
la mirada fija,
sobre un horizonte enrarecido,
tanto por su domesticación
como por el ruido de fondo
El mismo ruido
que cauteriza nuestros logros cotidianos,
tras los roces cálidos
que resurgen
con cada encuentro masturbado
Ensimismados
en el letargo autoinducido
de nuestras deflaciones personales,
las que nos llevan
siempre
a ninguna parte
Metastásicos
mermados,
místicamente
modulados,
malogrados
por nuestras cometas,
etéreas tretas
que siempre
huelen a comienzos