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miércoles, 20 de noviembre de 2013
Los cortejos del acogimiento
Profesión:
enfermo mental,
cursaba el sargento Golzalvo,
alias
el legañoso,
durante la regularización formal
de aquel corpúsculo social
que se sumió en el abandono
Una deshumanización grotesca,
finamente decorada,
por todos esos cortejos del acogimiento,
que acostumbraban a concluir
con un sentido:
"aquí no pasa nada"
Aquellas monjitas
no fueron las culpables
o ¿quizás si?
aunque
si lo fueron,
seguramente lo fueron menos
que el evangelizador castizo,
torturador y sodomita
que perforaba sin complejos
las infancias de su fe
Fueros regios
de virtud y desmesura,
desbastados
entre los estigmas,
con cada giro,
con cada envite perturbado,
con cada epístola diamantada
de Hilti revolucionada,
chirriando herrumbres
que sonaban a excomunión
babea,
babea,
perra mía,
bozal de mis espuelas,
risco de mis ansias,
velo de mis ceras
Los 16 internados
fueron reclutados,
adscritos
al cordón monoversal
del ser dignos ciudadanos,
ahora ya,
con su DNI,
con su documento homologado
de tonos grises
y flecos azulados,
con sus banderitas a juego
y sus símbolos patrios
Un documento
rezumante de viejas quimeras,
agüero de polvo craso,
baluarte del don de ser,
del ser prófugos rescatados,
ahora también
llamados a filas
Bufones uniformados,
vejados,
que acabaron siendo carne de atentado,
en aquellos vientos de los años colaterales,
con todas aquellas construcciones ponzoñales,
que a algunos
les costaron la vida
Orgullosos
rescatados
de lustrosas piñatas postizas,
reventadas
sobre las sombras
de sus adoquines
Hoy,
la burlocracia
les hace justicia,
como lo ha hecho siempre:
con la enfermedad,
con la corrupción,
con las torturas espaciales
de gorilas funcionales,
guarecidos
en las mazmorras
de sus indultos
Insultados,
siempre,
por las iracundas falanges
de nuestros peldaños,
por las enervadas plumas de sus escribas,
con la reverberación de los donantes
de estos tiempos rancios,
entre papeles mojados,
y los eructos
de la extremaunción
de nuestras libertades