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sábado, 31 de mayo de 2014

Pensamientos segados


Ayer
mientras me lloviznaban las sienes, 
disfrutaba de la apacible mañana de un cansado miércoles,
pese a eso,
insistía en abrazarme esa lluvia puteadora,
la que lo cala a uno hasta el lloro del bostezo

Una mañana post martes
como todas las de los miércoles
Una mañana post guerra de guerrillas
en una ciudad de alegoría
alejada de las ayudas sociales,
con edificios abandonados
hechos pulpito de los prendidos
por una singularidad

Espaciales miras
de cultura suburbana,
de coberturas cívicas
y altruismo subversivo
frente a la desgracia de una fuerza
domesticada por sus malas formas,
rapaz social
del colmo del derribo

Esa lluvia de presas fáciles,
del buscarle un por qué al asusto
para tomar otra vez las calles
y plantar los pensamientos de uno/a 

Una lluvia
que alimenta el ambiente de un jardín consolidado,
en el paseo,
con unos fríos pasos,
los de mis suertes
y los de mis desgracias

Un plantel
de pensamientos exaltados
despuntando sus racimos florales
palmo y medio desde el suelo,
anclado sus raíces
con el sosiego del seguir pensando
los posibles de sus risas,
y de nuestros rastros

Como siempre,
hay un  regreso para todo
en el que esta vez,
ya no llovía
pero seguía oliendo a humo
Se seguía respirando polvo de derribos
y de ideologías precipitadas
por las prisas unos himnos
que siempre suenan a pedantería

Un regreso
en el que por no haber,
no había nada,
sólo banderas colgadas desde los balcones,
carentes
de la luz tangencial de aquellas mañanas
que construyen sombras
y dibujan los relieves de la cotidianidad

Ya no había pensamientos,
ni un puto pensamiento tieso
de los que despuntaron al alba de aquel martes,
porque estaban decapitados,
todos sin sus flores,
segados sus tallos
y esparcidos por el suelo,
total
para aplanar un parterre

Arrancados de cuajo
a golpe de azadón,
a ritmo de demolición
en la removida tierra de los usurpados,
de los malogrados ramos con ramitas rotas,
en sus nidos de vacío

Sorprende
que en estos tiempos de crisis,
la austeridad declarada,
nunca enhebra la molestia de tomarse la palabra,
y decirse cualquier cosa al oído,
como que la progresión
pide más asimilar matices
compartiendo las raíces de esta singularidad

Romero: ¡No será por flores! 

Susurran los jardineros del festín

Romero: ¡De estas nos sobran!

Grita el encargado de la siega,
mientras ecos de sirenas y voces guturales,
frisan por los cristales rotos
entre humo negro y polvo de adoquín 

Salvia: ¿Por qué las cortan? 

Romero: Estaban en su efervescencia y ya tocaba

Es lo que sucede siempre,
desde el objetivismo cultural,
desde el saneamiento radical por un cabreo visceral,
con el volver a decir:
"la calle es mía",
por el haber perdido todos los exvotos,
por un mal salmo,
por las malas elecciones
que miran más por aguantar la lluvia,
que por hacerse la pregunta que salve al mundo
de la insumisión