Ulular
desde la bruma,
y poder gritarle al orden
los anhelos del desorden
Acariciar
con la yema de los dedos
la hierba crecida,
en las marismas de las sales metálicas
que arden por simple contacto,
por la oxidación fruncida
entre las pentadigitales formas
que sostienen el ahínco
Tacto de turba bituminosa,
impregnada
desde los estigmas palpebrales
hasta el envite del relleno del ombligo
Templanzas
por los entresijos de un mal signo zodiacal
que hace cruzar estrechos
para soñar cobijos
y alcobas de ceniza
Pasto de alboroto
por los mendigos de la carne,
por los servicios coetáneos
con el quemar galera
sin difunto
Graznidos y abrazos,
mancos de grano y paja,
abiertos
de vez en vez,
hasta el quebranto del susurro
por el desconsuelo,
y por el desconocido acierto
de lo abrupto,
del poder llegar a ser
un presunto,
un presuntamente libre
Titiritero: ¿Por qué te juegas la vida?
Prestidigitador: Por poder escoger... entre la algarabía