Páginas

jueves, 4 de julio de 2013

La herrumbre de las asimilaciones


La extrema-fundición del clavo corroído,
extraído del carcomido travesaño que acogió una mano moribunda,
ensartada a él
durante el saeteado rumbo de los escogidos,
nunca sonó a despedida
porque,
el peregrino mandamiento del olvidado reo,
recondujo el bárbaro atropello del saqueo,
ondulado entre la brisa salada de los estandartes,
reverberando entre los oxidados galones de los dominantes,
hasta coserse en las prendidas telas que azuzaron las falanges del hambre

Disuelto ahora,
en un ácido fuerte con olor a flores,
continúa cercenando el deseo de los hombres,
el de los recios rasos de la Edad de Hierro,
el de los mismos que suplieron su libertad a golpe de degüello
porque,
en el fondo,
el renglón torcido del pretexto,
sigue zurciéndose con hilo de oro y trabajada filigrana,
aunque se perfile austero
entre la herrumbre de nuestras asimilaciones