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jueves, 4 de septiembre de 2014

Cuentos y oficios



He de cambiar de oficio
aunque hoy...

Hoy me ha gustado sentirme turbio,
con esos cruces de miradas
que lo cautivan a uno,
acechando,
mientras se le va buscando la frase exacta al asunto,
la que requiere ser pronunciada en el momento justo

Sumido
en esa especie de fase metaestable
en la que se paraliza el columpio,
al llegar a la cúspide del impulso,
antes de iniciar la caída

¿...Te lanzas... o no te lanzas?

pero
cuando entra en juego la gravedad del asunto
no hay posible alternativa que valga,
ya no hay vuelta atrás

¡Viva Dios!

Grita la limosna del titiritero

Impulso de coraje
mientras uno se queda como Dios,
frente a la alegoría de sus orgasmos,
entre las risas y las gracias,
de la musa del vestido fruncido
hasta el renglón de los ojales

... que me mira,
... que no me mira,
... que ahora mira hacia el espejo que sostiene entre las manos

Pintándose los labios de domingo,
esperando al galán del cuento,
el que te atraviesa con una mirada de ejecución

Galán: ¿y tú qué coño miras?

Tunante: el abrigo del éter arropando el clamor de Galatea, y el rubor de los imposibles labios de su aliento

Galán: ¡encima me vas a salir poeta!

Tunante: nada que no se oiga en los salmos de oficio... ni en las discosmecas cosmopolitas del cabildo... ¿no tendrás algo suelto?

Subrayo,
una hostia cincelada de puro gimnasio,
con rebote por simpatía de pura condensación,
de pura egolatría bucanera,
de traficante de capitalismo humano,
de pringao narcisista de teletienda,
acoquinando hasta el último euro
de la antológica indemnización

¡Viva Dios!

Grita la limosna del titiritero