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viernes, 5 de octubre de 2012

Trazos


Algunas noches,
me sumerjo entre los infundíbulos de una inspiración pasada,
perfilada por los finos trazos que delimitaban el migrar de las estrellas,
entre la luminiscencia residual de su estela dibujada
por una cronometrada rotación heliocéntrica
entorno al eje de las referencias,
las de nuestro pisar el suelo mientras estamos quietos,
con el irreverente destiempo que corea la progresión de mis tumores,
las lumbalgias de mis excesos derrotados,
y unos flashbacks que me saben a dietilamida de ácido lisérgico,
a los posos enquistados entre las sinapsis
de aquel hippie colgado,
las de aquel idealista encandilado
con el soma de sus flores,
con el soma de sus hongos dorados,
en aquel bosque de hadas y elfos
o en aquella cueva de gemas y arabescos

Hablo del mismo hippie que quería cambiar el mundo,

y que ahora
acomodado,
reprogramado y socializado,
se indigna desde su Tetrix-sofá
comprado a plazos en un IKEMASDÀ
del centro comercial de sus adicciones compulsivas en familia,
del broncearse babeando escaparates,
mientras lo subastan a peso en los mercados, 
a él,
a la compañera de sus proyectos,
a los descerebrados de sus hijos,
desquiciados por unos inestables planes de estudios,
a los jadeos de su perro,
a los nichos de sus padres y de sus abuelos
y a los restos que percolan
alimentando un suelo urbanizable
regalado para montar un casino,
en memoria
de aquellos tiempos en blanco y negro
y del pan duro

Cuando retorno de mi viaje,

de mi perder la pinza mientras escribo,
me proyecto junto al puntiforme parpadeo
de aquellas incandescencias rotadas,
con la fragilidad de un pensamiento disperso,
desaliñado,
entre  mis cabos sueltos
y esa inspiración
que aparece de tarde en tarde
cada vez que abro mi cajita de recuerdos,
cada vez que huelo mis flores secas,
o cada vez  leo un blog desde mi rincón oscuro,
o recordando los flecos de las poesías
que cuelgan por mis descosidos,
entre los trazos invisibles a los ojos acostumbrados,
a los claroscuros anestesiados
por un deglutir mecanizado
en este corral que huele a muerto,
a hippy muerto,
a mujer de hippie muerto,
muerta,
a padres de hippie muerto,
muertos,
y a hijos del hippie muerto,
esclavizados,
trabajando en un casino
que juega a la ruleta rusa
con los ilegales alquilados,
prostituidos
y prostituidas,
vejados hasta la ignominia
por adinerados despistados
que no conocían la edad de los chavales,
aunque ya eran mayores de edad,
por unas horas




(Comentario modificado en respuesta a: "de ocho puntas y cristal" en missdesastresnaturales)