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martes, 24 de enero de 2012

Tempestades reticulares


Despertar
de aire licuado
con alma de mujer,
y ese opresivo palpitar en mis sienes
cual galopar de caballos desbocados
desatando tempestades,
relinchando y persiguiendo mis fantasmas confinados
entre las paredes de mi cuarteada dimensión
Carnaza codiciada por Tifón y sus deformes vástagos

Convulsiones epilépticas se suceden
a modo de retracción matricial de pensamiento inerte,
en un apilamiento cúbico compacto y desasosiego especulativo
que me ahogan,
tras un suspiro contenido de terror primigenio,
que me acompaña desde el día que se rompió el cosmos
al ver las cuencas de tus ojos vacías.

Ese día,
en el que mi vida dejo de discurrir
por esa temporalidad lineal que ordena mundos,
saltando entre multitud de planos “m”
y distorsionando mis ejes de simetría
hasta desembocar en una crisis de pánico intersticial,
que se ha hecho eterna

Inútil huida
que no me lleva a ninguna parte
porque estoy sólo,
ahogado entre mis miedos,
como un canto rodado por las olas,
una noche sin Luna,
en el fondo,
acompasando un itinerante chocar de piedras
y un salpicar mudo,
que no suenan a otra cosa
que a los lamentos
de mi dolor

Un mar de desconsuelo
y ese insoportable vacío que no me deja,
que me ahoga
Un vacío de tuétano sorbido por un viejo sin dientes
en el hospicio de los desahuciados de mente
Desnudo,
sin verbo,
ante las puertas del Hades,
mientras mis sueños se me escapan entre los dedos,
como estornudos irreprimibles de secretos
diseminados entre el gentío
Juro que me esfuerzo,
lucho con todas mis fuerzas por retenerlos dentro,
tapándome con las manos la nariz y la boca,
pero no hay forma
Se me escapan todos
Uno tras otro
salen de entre los barrotes de mi jaula
y desespero,
impotente por no poder gritar
¡Son míos!

Intento recordarlos,
recordarme en ese tiempo en el que creía tener vida,
pero no me encuentro
mientras me siento piedra de río
con el alma perdida,
violentada por unos Titanes cruentos y ciegos
mientras el viento del este me trae
aromas de prados de amapolas resinosas
que me embriagan con su aroma a opio fresco
y acariciado por la suave brisa de Céfiro en mi cara
me dejo caer
hasta encontrarme ante los ojos de Orfeo
que me habla
pero no le entiendo
Cierro los ojos
Duermo