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jueves, 16 de febrero de 2012

No todo va a ser miserias

Hoy
exhalando un último hálito con sabor a cáliz consagrado,
y relamiendo el azufre sedimentado de mis labios,
digiero los restos biliosos de este delirio compartido,
y pido disculpas al mundo por perderme en la madriguera de mis tormentos;
por arrastraros en este caer desde la nada,
por el simple placer de caer
y sentir el vértigo de la caída;
por despegar la adrenalina solidificada de mis neuronas
y por ese sentimiento desquiciado
que reside en el órgano de las pasiones desmedidas de mis siete infiernos,
esas mismas que acostumbran a entenderse ajenas a uno mismo,
pero que yacen aletargadas

entre el amor a las cortinas
y las flores que adormecen,

hasta hacer de este mundo
una realidad que vale la pena vivir,
con su sabor a dopamina,
ansiando querer
y ser queridos,
viviendo cada amanecer
desde una ventana
de tonos ocres
y corazones dibujados
con el vaho de dos bocas
que buscan besos
enroscados
hasta
morir
de amor