Páginas

viernes, 21 de diciembre de 2012

Muertocracia


No me creo
ni a mí mismo,
ni te creo a ti,
ni las malditas reglas de este juego depravado
que practicamos cada vez que compramos algo,
cada vez que deseamos alguna cosa,
en este programado ritual de gasto,
en este sacralizado deglutir,
en este consumir mecanizado
que nos lleva a un sin vivir,
cuando no hemos cobrado todavía,
cuando no cobraremos nunca,
o cuando aunque cobremos,
no tenemos suficiente dopamina,
porque en el fondo,
siempre nos acabamos mintiendo a nosotros mismos,
para seguir de pie,
en bipedestación presuntuosa,
con la autoestima por las nubes,
con un autoconcepto positivo de pedantería escrupulosa
que nos carcome los sentidos,
devorando nuestra misma voluntad de ser,
mientras nuestras atolondradas erecciones se tuercen
y nuestros elongados y asimétricos testículos nos cuelgan,
pendulantes y ciegos,
con un centro de gravedad que no coincide con el eje de nuestras masas,
de nuestras argamasas de carne, ojos y cestos de la compra,
ni con nuestros movimientos sexys
revolucionando los michelines de unos anidados tigretones,
que maúllan desconsolados
mientras vomitan bolas de pelo
en el musgo de nuestras madres,
en los platos desahuciados,
en la cólera del enfermo abandonado a su mala suerte,
en la boca del viejo jubilado sin piñata,
en el poema que hoy decora estas precarias navidades
y las casas de los perros con sonrisa de hiena
que juegan a tirar los dados
en el depravado tablero
de esta muertocracia



(Comentario modificado en respuesta a: "Hoy es jueves...ya ves" en SuperBogarde)