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miércoles, 6 de agosto de 2014

Caldo de pollo


Destapar el caldo de la olla
para darse cuenta de que la gallina flota panza arriba
con el cuello rebanado,
asomando un apio por el culo,
con sus garras blanquecinas
de tanto arañar la tapa sudorosa
de acero licuado,
no sería lo mismo
sin todos esos objetos de tortura desparramados sobre la mesa
amenazando mi persona

(Un abrelatas oxidado años '60, un cuchillo con mango desconchado y un tenedor de alpaca oscura con púas entrecruzadas)

Mientras tanto, Is there anybody out there? sonando gajoso, por una mal sintonizada emisora desde el viejo transistor de la cocina

(Anabel, pregunta ansiosa)

Anabel: ¡Dime la verdad Alex... y no me engañes, por favor! ¿Crees que alguien querría destruir el mundo?

(Alex, novio casual, barrendero interino en un municipio imputado por maltrato animal y tráfico de influencias, niega ligeramente con su melenuda cabeza)

Alex: no bella mía, nadie quiere destruir el mundo, te lo prometo, al menos nadie que yo conozca...

(Anabel llorosa, con los ojos como platos)

Anabel: es que he tenido una premonición y... tú sabes que los caminos del señor son insondables...

Alex: ... y los de los políticos, mi vida, y los de los políticos...

Alex: hagamos el amor una vez más sobre la mesa de la cocina, ¡Para salvar al mundo!... ¡Vale! A la décima va la vencida...

Anabel: Alex, por qué siempre me engañas..., tú sabes que soy frágil, y ya me tienes escocida. Al menos, saca esta vez todos esos cacharros punzantes de la mesa y deja tranquilo al pollo

Alex: tranquila vida mía, la carne está en su punto, y he traído embudo para el caldo...




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